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La Predicción, Ese Arte Ingrato

POR GEORGE ANTARES
Queremos hablar sobre todo de las dificultades que se derivan de la mentalidad del consultante medio, aparentemente deseoso de conocer toda la verdad sobre su futuro.

Sucede muy frecuentemente que el estudioso, al hallarse ante un tema bastante complicado de un resumen de tránsitos que comporta muchas disonancias, experimente y pregunte entonces a su consultante si quiere realmente conocer su futuro. Casi invariablemente, la respuesta no se hacer esperar: "Pero, evidentemente, quisiera conocerlo, si no, no hubiera venido a verle"

Esta respuesta parece lógica, pero, en realidad, pocos son los que pueden soportar la verdad. Pues, lo que la mayoría de la gente a venido a pedirle al astrólogo, son promesas de felicidad, el final de sus dudas y sosiego para sus tormentos. Esto es lo que esperan que se les diga. No obstante, para aparentar serenidad y desmostrar fortaleza de espíritu, se apresuran a añadir "¡Y sobre todo, dígamelo todo, tanto lo bueno como lo malo!".

En el fondo, no creen ni un palabra de lo que dicen, es un pura bravata, pues ¿quien puede soportar la carga de los problemas del mañana, añadida a lo que experimentamos hoy? ¿Cuál es el hombre que desea realmente conocer las decepciones y disgustos que el esperan, los peligros que le amenazan? Evidentemente, si el estudioso es hábil, puede indicar cómo resolverse un problema difícil, como pude apartarse un peligro, y cómo es posible liberar su mente y su consciencia. En este caso, el conocimiento previo del futuro sería muy útil. Pero cuántos de los que han venido en busca de ayuda y de consejos aceptarán el hecho de que en definitiva la verdadera solución de sus problemas radica en ellos mismo.

Es difícil hacer comprender a cierta gente que el futuro está en su mayor parte condicionado por nuestro comportamiento en el presente. Un astrólogo prudente puede, en función de lo objetivos que persiga su consultante y de los acontecimientos que los tránsitos en curso o los futuros que permita predecir, aconsejarle actuar de tal o cual forma. Pues ningún porvenir es inmutable: depende de la cooperación del individuo con las circunstancias y del control que el hombre ejerce sobre sí mismo, sobre sus deseos, sobres sus impulsos y sobre sus instintos.

Por eso sucede frecuentemente que los consultantes a los que se habían predicho ventajas, éxitos, acontecimientos agradables vengan a exponer sus quejas al astrólogo, declarándole que "No me ha sucedido nada de todo eso". Pero, si les preguntamos si han tratado, en alguna medida, de hacer los esfuerzos personales para ayudar a la realización de los acontecimientos favorables esperados, se quedan sorprendidos y responden negativamente. Pues se han concentrado con anotar la predicción y esperar pasivamente el "milagro", ignorando que la dura ley del esfuerzo rige el destino de la humanidad. Esto es lo que la sabiduría popular ha traducido en el adagio "Ayúdate a ti mismo, el cielo te ayudará".

A la inversa, cunado debemos interpretar los malos tránsitos, es muy delicado revelar al consultante las previsiones que de ellos pueden derivarse. Podemos sin embargo atenuar, e incluso borrar completamente la penosa impresión causada por estas revelaciones si llegamos a hacerlo comprender que este porvenir, por muy malo que pueda parecerle, puede ser iluminado por su actitud moral. Puede en efecto hallar en estas circunstancias adversas la oportunidad de superarse haciendo acopio de todas sus posibilidades latentes gracias a las cuales podrá vencer la adversidad.

Podemos hacerle admitir que en las pruebas donde se revela la verdadera grandeza del hombre y que por el esfuerzo se acrecientan nuestras facultades espirituales y mentales. Pdemos también decirle que a todos nos sucede el estar afligidos por la enfermedad o por un accidente acaecido a un ser querido, pero que raramente en el beneficio espiritual que ocasiona para este último. En efecto, el sufrimiento hace a menudo considerar los problemas de la vida bajo otro ángulo. Más materialmente, esto puede ser la ocasión de apreciar la bondad y la abnegación que os manifiestan la familia el entorno y también de probar la dulzura de un descanzo reparador.

Existe también otra categoría de consultantes a los que es difícil hacer aceptar las previsiones que no conciernen al futuro inmediato; tienen prisa y quisieran que lo que aguardan y esperan les suceda enseguida. Esta gente no se da cuenta de que el hombre es un ser que cambia y evoluciona sin cesar y que lo que desean saber concerniente a lo inmediato no les será de ninguna utilidad en un peíodo ulterior pues, en ese momento, el factor tiempo habrá modificado sus miras y sus ambiciones. Lo que podríais anunciarles como muy favorable para un período más o menos lejano les sería muy útil, pero, como son impacientes, esto sólo les interesa medianamente. Sí, por ejemplo, les anuncíais que, de aquí a dos años, podrán efectuar un operación financiera fructífera, se encogen de hombros y responden: "Dos años, tardan mucho en pasar, lo que necesito es dinero, ahora mismo". Por consiguiente, en lugar de esperar pacientemente el buen período anunciado, se lanzan, desde el primer día a especulaciones financieras que, la mayoría de la veces resultan desastrosas.

A nuestro parecer, toda previsión debería comportar, como preliminar, un examen serio y profundo del tema natal sobre todo en lo referente a lo psicológico, de forma a colocar al sujeto frente a sí mismo y a hacerle tomar consciencia de todas sus potencialidades, de todas sus cualidades pero también, y sobre todo, de todos sus defectos. En eso nada de restricciones, sino la más estricta verdad, sin temor a señalar "allí donde duele". Haciendo esto, el astrólogo presta un servicio mucho mayor que describiendo la vida "de color de rosa".

Pues, al enseñar al hombre a conocerse, al mostrarle como puede corregirse, desarrollarse y luego florecer, podemos darle un nuevo atractivo a su vida, nuevas razones para esperar y la revelación de un poder interior gracias al cual puede gradualmente tomar en sus manoslas riendas de su propio destino.

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